La parada de autobús.

En continuo análisis.
Ese era su estado natural.
Tal era así, que aquello que captaba su atención era sometido a un riguroso escrutínio, desde todas las perspectivas posibles, desde todos los puntos de vista.
No lo podía evitar.
Como no pudo evitar parar el aquel semáforo en rojo.
Y como no pudo evitar fijarse en la para de autobús que tenía casi enfrente.
No había mucha gente esperando, aunque sí la suficiente. Un par de señoras mayores que no dejaban de hablar, un chico adolescente con gorra y patín, un grupito de estudiantes que no paraban de reir, y detrás de ellos, sentada en el banquito, una chica joven, de veintipocos, que leía un libro.
De toda aquella estampa, lo que cautivó mayormente su atención fue la joven lectora. Parecía inmersa en su lectura, abstraída de todo el murmullo...
La chica era sin duda muy bella, su rostro se intuía agradable, su media melena con ralla a un lado lo tapaba casi todo, y ella se encargaba de apartar con un grácil gesto el mechón de pelo que parecia empeñado en acariciar el libro que tenía entre sus manos. Aunque lo que más destacaba de aquella bonita figura eran sus piernas, torneadas y esbeltas, que ella lucía cruzadas en femenina pose, y que sobresalían por su blancura del fondo oscuro de un cálido abrigo.
Sin duda no podía apartar su mirada de ella.
En tan poco tiempo había imaginado su voz, su risa, su pasado, su presente y toda su vida...
De pronto ella buscó algo en su bolso, su mano saco un caramelo o chiclé, que se acercó a la boca. Y sorprendentemente el envoltorio fue arrojado de forma deliverada, aunque con cierto disimulo, al suelo.
Él frunció el ceño.
De repente todo cambió.
Lo bonito desapareció, y con ello todo lo que imaginó. El pasado de la joven, su presente y sobre todo su futuro se esfumó.
Al tiempo el semáforo cambio a verde, y tuvo que emprender la marcha. Mientras se alejaba pensó, en todo lo que es capaz de mostrar lo que oculta un simple envoltorio de caramelo... o chiclé.