domingo, 24 de julio de 2016

El auto-proclamado.

Dícese, y de eso no hay sospechas, que para hacer una obra Universal, lo mejor es que contenga, al menos un loco, un malvado y como no, una bella Dulcinea.

Y como de locos esta el mundo lleno, no habrá problema en encontrar un osado que crea saber lo que se maneja...

Tampoco será dificil empresa, encontrar a Dulcinea, pues ella es única, maravillosa doncella, que la belleza que le rebosa por dentro, la hace brillar por fuera.

De eso se aprovechan algún que otro malvado, como el que nos ocupa. Que al estar ocupado Fierabrás, tuvo a bien llamarse El Auto-Proclamado.

Son conocidas sus artes, tanto de embaucador como pedante, y aquella que distraida escucha sus notas de amor, cae rendida al instante.

Tiene buen gusto el señor, tal vez nació en noble cuna, pues las mieles que gallardea no las liban simples abejas.

Pirotécnico y artificiero, mucho ruido y muchas brillantes luces. Atrae sin ningún pudor a aquellas que creyendose flor, pasan a ser pasto en un jardin de raices.

Todas lo alaban!
Como disfrutan!
Mientras el da la vuelta al ruedo, henchido su pecho en pasiones, aquellas que hará jirones, presas de su lujuria.

Pan y Circo! Pide el pueblo,
y no lo son menos aquellas,
que en la ponzoñosa berborrea, dejan atrapar
sus alas y su grandeza.

Sus ardides no tienen fin,
en su brillante mundo,
conoce todos los zapatos,
que para otros es mocasín.

Y de todo su jardín, el alaba a Dulcinea. Lo cual demuestra que ser malvado no es oficio de tontos si no que de listos, y con mucha jeta.

Pero anda por ahí un loco, que osó mirar a Dulcinea, y como no pudo ser de otra forma, quedose prendado della.
A eso estaba acostumbrado el auto-proclamado, pero lo que no se esperaba es que la doncella, sintiera lo que quisiera, y le gustase tanto el loco, que si no fuera porque está loco, aún sería de ella.

Tuvo que usar el malvado, todas sus artimañas: deslenguado como pocos, sus insultos parecían dagas, mientras Dulcinea observaba impasible, labrarse tan dura batalla.
Batalla que no fue tal, pues el loco tenía otras armas. Limitose a esquivar todas las pedradas, más que por no pelear, para que su dulce amada, no tuviera que observar tanta sangre derramada.

¿Perdió el loco la batalla?
De eso nada.
Aún luce orgulloso el blasón, que al no tener pendón, cubre la grupa de la montura que cabalga. Blasón que Dulcinea añora, y tal vez se pregunta por donde anda, cada vez que cae la noche... y más si es noche estrellada.

Es una suerte estar loco, en este cuento de hadas, que es la vida de los sueños, que son los sueños de la vida...

Y allí donde haya una Dulcinea, tengan por cuenta que habrá un malvado... y loco... locos hay muchos, como el que les lleva un rato hablando.

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