miércoles, 12 de octubre de 2016

No elegí yo. Fui elegido...

No sé si mis ojos verán un nuevo día, pero heme aquí postrado en un lecho en algún lugar desta Real Chancillería, en un lluvioso vigésimo día de mayo del año del Señor de 1506.

Y queriendo dejar constancia de que tan ciertas son mis palabras, como lo que mis ojos vieron y mis ya tristes carnes vivieron, dejo fe de mis hechos no desde la brillante arrogancia, sino desde la sumida y resignada nostalgia.

No niego que en mi vida hubo mayor interés que el de un sueño, una convicción de un destino, que por fortuna la Aventura me permitió vivir con mayor o menor desatino.

Coseché fama y fortuna, más no en mi nombre, que fue para la Corona, toda la riqueza que puse a sus pies, restándome tan solo mojar brevemente en mis labios escasa porción de gloria.

Guardo a sus criterios la repercusión de los hechos, que con mis esfuerzos fueron comenzados, y es más que seguro, que como siempre pasó el la Historia, se quiera dar más brillo a lo oscuro. Allá cada uno en sus hechos, que por ellos sea juzgado.

Con el fin de dar mayor gloria a la Humanidad, se forjó la empresa, mas el sufrimiento que se pudo ocasionar no formaba parte della. Dos mundos vinieron a chocar, al modo de la escasa conciencia y sabiduria que se supo aplicar. A los muertos que en desgracia hubo lugar, pobres almas, que Dios o la Naturaleza los acoja en su seno, pues fueron víctimas inocentes de un creciente y convulso Mundo.

No seamos ilusos, de no haber tomado Gloria Castilla, lo hubieran hecho tarde o temprano, posiblemente los Lusos.

La vida me proporcionó  todo aquello que tomé con toda determinación, a aquel que se sintiera agraviado, pido desde mi humilde lecho... PERDÓN.

           Fdo. El Almirante

                     C. Colon





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