viernes, 22 de abril de 2016

Querida maestra.

Raras veces me cruzo con ella. La vida nos tiene en distintos caminos, aunque a veces estos se unen.

Y cada vez que coincidimos ella me recuerda la misma anécdota...
Me dice que de niño, era aplicado y recurrente, con una imaginación desbordante, que decía cosas que parecía imposible que cupiesen en tan pequeño personaje.

Le gusta recordarme que no debía de tener más de seis años, cuando un día, a mitad de clase me levanté de mi pupitre para enseñarle un pequeño papel en el que había escrito las siguientes frases:

"Elogiemos a Cervantes, el más ilustre escritor, de la época de antes"

Jajaja...la verdad es que recuerdo aquello, sobre todo porque me sacó de clase, y me llevo a todas las demás aulas a recitar mi poesía a el resto de niños...¡jamás había pasado tanta vergüenza hasta aquel dia!

Hoy en día ya queda poco de aquella vergüenza, la que yo sentía...porque estaba enamorado de ella. De su dulce y tierna voz, de su sonrisa y de su mirada tranquila.
Y cada vez que hablamos, para mi es una delícia, pues aun sigo enamorado, de su risa, de su paz, de su bondad y siento admiración por toda su sabiduría.

Han pasado décadas, y muchas cosas han cambiado... aunque ella será siempre mi querida maestra, y yo sigo siendo, ahora me doy cuenta... el niño de las ocurrencias.

viernes, 1 de abril de 2016

Perdona, Luis (Luisito)

No soy una persona violenta.
Soy afortunado por haberme correspondido un aspecto físico de tipo "brutote" capaz de disuadir ya de entrada. Gracias a eso me ha bastado siempre con fruncir un poco la mirada...
Espero que me dure mucho tiempo, pues no sea cosa que alguien me busque algún día... y me encuentre.

El caso que me ocupa no es exactamente ese, es el siguiente...

Debía tener yo unos 8 ó 9 años. Un día llegó al colegio un niño a mitad de curso, pasada la Navidad. Su madre que era maestra había llegado al colegio a hacer una sustitución... y el niño iba detrás.
Nos lo presentaron a toda la clase. Se llamaba Luis.
De él tengo un vago recuerdo, sólo que era bastante pálido y un poco enclenque, y eso si, una vocecilla estridente, como de pito.
Nos dijeron que tuviéramos cuidado de él, que lo hiciéramos nuestro amigo.

La verdad, había que ver como era "el niño"... era muy nervioso, gritón y demasiado mandón. Cuando no se salía con la suya gritaba y se ponía como histérico.
Era a todas - todas un niño consentido y malcriado. Al menos así lo veía yo.

Un día en la hora del patio, jugabamos a un juego que entonces nos gustaba mucho, consistente en eliminar jugadores entre dos equipos a base de tirarse el balón (siempre se me ha dado bien todos los deportes, en especial aquellos en que hay alguna pelota por medio, desde el baloncesto hasta el ping-pong) y fue Luisito una de mis primeras "víctimas", como no!
Comenzo entonces el niño a coger una rabieta de las suyas, sólo que está vez se sobrepasó. Comenzó a tirarme piedras. Yo, que no quería enfrentamientos y con tal de no hacerle daño,  me limité a esquivarlas todas, lo cual lo puso más furioso y se abalanzó sobre mí lanzando piedras... comenzó la persecución.
Ahora pienso que debió ser curioso ver a aquel grandullón, corriendo delante de un niño tan flojo y lloroso....
Creo que debió ser entre la segunda o tercera vuelta que dimos al patio que rodeaba el edificio del colegio, cuando algo pasó por mi cabeza... debi pensar. - "pero bueno!!" - Y dándome la vuelta corrí, pero esta vez hacia él.
Se quedó parado, histérico perdido. Lo cogí por la pechera y lo aplasté entre mi cuerpo y la pared. Le dije que fuera la última vez, que no pensaba pasarle ni una más por mucho "hijo de la maestra" que fuese... todo esto aderezado con un buen par de golpes contra la pared.

Se calmó.

Tanto que cuando subimos a clase no le dijo nada a la maestra, que ese era mi temor.
Desde aquel día todo cambió. Luisito ya no tuvo más rabietas, y aunque no fuimos amigos, nos respetamos. Mejor. El niño fue hasta el final de curso como una balsa de aceite.

Y ahora a lo que voy:
Muchas veces corremos delante de nuestros miedos, casi siempre por culpa de algún prejuicio... gran error! Hay que afrontar las cosas de frente, y más si estás asistido por la razón.
Sólo debe tener miedo aquel que ha cometido algún delito. El resto no.

Esa es mi conclusión.

Terminó el curso y de marchó Luisito, por donde llegó.
Ese es el único enfrentamiento que recuerdo haber tenido con alguien en mi vida... desde entonces lo dicho, con una mirada bastó.

Perdoname Luisito.
Pero lo volvería a hacer.